24.2.09

Caminos de la Creatividad...

André Ricard
La cultura material nos ha legado todo un arsenal de objetos útiles muy tipificados e indispensables para el quehacer cotidiano. Son objetos y enseres esenciales que han superado un largo proceso de evolución hasta llegar a ser lo que son y como son. Su perfecto equilibrio forma-función hace de ellos auténticas lecciones de diseño. Estas cosas han puesto el listón tan alto que resulta hoy difícil que nuestras creaciones estén a la altura de ese rico bagaje heredado. Mejorarlo o hallar algo del mismo calibre es un reto que pone seriamente a prueba nuestra creatividad.

Por esta razón muchas creaciones se limitan a modificar la apariencia de todo lo que ya conocemos. Pero ese camino también acaba teniendo sus limites. Las variaciones formales razonables se van agotando. Queda entonces el camino abierto a la extravagancia a costa de que esas cosas esencialmente útiles pierdan parte de su utilidad y de su pureza formal. Un enfoque que se pretende legitimar como "experimental". Un argumento inaceptable para productos que se ponen a la venta. Los experimentos se han de realizar antes de la puesta en el circuito comercial pues sirven para verificar la validez de una propuesta. El mercado no es terreno para experimentos. Estos desvaríos encubren la incapacidad creativa de quien no sabe hacer otra cosa que ese genero de escarceos formalistas. Al crear objetos con finalidad útil no es posible eludir los cauces de lo sensato. Es simplemente un modo de salirse por la tangente. Cuanto más extraña es una obra, más «incalibrable» resulta. La fuga hacia lo absurdo, es en efecto una zona refugio que rehuye criterios racionales y pretende justificarse por si misma. Como si la insolencia fuera en si misma un camino creativo.

Al amparo de ese fácil travestismo aparecen más que nunca obras estrafalarias o simplemente innecesarias, que el sistema consumista comercializa y absorbe sin reparos. Son obras que pasan rápidas por nuestras vidas, fagocitadas por un sistema ávido de sensaciones efímeras. Cuando no existe la cimentación de un pensamiento que las sostenga, estas vistosas rupturas formales se limitan a ser eso, una mera mercancía fugaz. Nada hay en ellas que cuestione esencialmente lo habitual y ofrezca reales alternativas. Son pocas las obras que poseen ese sesgo peculiar que distingue las propuestas renovadoras que hacen progresar lentamente, pero con acierto, nuestra calidad de vida y nuestra cultura. Obras estas que, partiendo de una reflexión sobre su propio porqué, tienen la fuerza necesaria para abrir esos nuevos horizontes que precisamos.

No hay comentarios.: